Comentario
El modernismo catalán es también complejo. Hasta no hace mucho tiempo se pensaba vulgarmente que era el único de la Península; pero son pocas las grandes ciudades que no tengan alguna obra modernista, sobre todo en la periferia, tal como han venido demostrando los recientes y cada vez más numerosos estudios. También se pensó en Gaudí como el exclusivo representante; pero ya Oriol Bohigas y otros, al estudiar este modernismo catalán, se encargaron de realzar autores en la sombra, como el de muy alta categoría Lluís Domenech i Montaner, o Josep Puig i Cadafalch, más activos en Barcelona. A los que habría que añadir otros difusores de estilo peculiar, a veces mediatizados por el de los arquitectos insignes (Gaudí) o por influjos europeos: Lluís Muncunill i Parellada (1868-1931; título en 1892), Salvador Valeri i Pupurull (1873-1954; t. 1899), Manuel-Joaquim Raspall i Mayol (1877-1954; t. 1904), Rafael Masó i Valentí (1880-1935; t. 1906), Josep M.ª Pericas Morros (1881-1965; t. 1906). No obstante, Cataluña tuvo una serie de condiciones propicias para generar uno de los focos más importantes del modernismo europeo y con más incidencia social, siendo sin duda también Gaudí un autor de tan recia personalidad que le ha hecho universal.
Cataluña poseía una tradición nacionalista y un pasado medieval próspero, un romántico resurgir cultural con el fenómeno de la "Renaixença" y unos deseos de modernización. Contaba para ello con dos fuerzas motoras imprescindibles: una económica, con reactivación basada en la industria sobre todo textil y en el comercio, la cual originará una emprendedora burguesía de amplio espectro capaz de promover y comprar; otra intelectual, con una brillante nómina de autores y artífices en busca de un arte identificador, apoyado en la tradición medieval autóctona pero en absoluto cerrado al mundo. Así lo demuestra Elies Rogent, como director de la oficial y recién creada Escuela de Arquitectura de Barcelona (1871), al aconsejar el "Dictionnaire" de Viollet-le-Duc a sus alumnos; las tempranas iniciativas de organismos oficiales por mejorar los productos de la industria y el diseño aprendiendo de otros países; el entusiasmo entre algunos intelectuales por Richard Wagner, cuya estética se puede ver en el Liceu y se recordará en el Palau; el mismo fenómeno de "Els Quatre Gats" (Casas, Nonell, Picasso, Rusiñol, Utrillo), que mira de reojo a lo acontecido en el norte de Europa, en París; los influjos que llegarán de Inglaterra, a través de las revistas vienesas o la "Moderne Architektur" (1895) de Otto Wagner; además de las revistas propias que dan cuenta de nuevas inquietudes. Barcelona, ciudad que posee ya su Plan de Ensanche Cerda desde 1859 y que logra organizar su Exposición Internacional 1888, se erige en el centro neurálgico de actividades. En ella enseñan o construyen los mejores arquitectos, dejando sus más importantes y personales obras en esta ciudad que se ensancha mediante la impersonal cuadrícula (Paseo de Gràcia: Casa Lleó Morera, 1905, de Domenech i Montaner; Casa Amatller, 1898-1900, de Josep Puig i Cadafalch; Casa Batlló y Milà, de Gaudí); en torno a ella funcionan activos talleres de artes complementarias (Taller de El Castell dels Tres Dragons, promovido por Antoni Gallissà y Domenech; los mismos talleres de Gaudí y colaboradores, aunque haya que recurrir a otros, diseñando muebles o motivos, por ejemplo, para un revolucionario pavimento hidráulico que introducirá por fin en la Casa Milà; el taller de vidrieras Rigalt-Granell; los de muebles de Gaspar Homar y Joan Busquets, que llegan a inspirarse en modelos de Guimard y de la Escuela de Nançy; los del trabajo de la forja, que alcanzan calidades equiparables a los de la joyería de los Masriera...). A todo ello habría que añadir el desarrollo del mosaico (Bru, Maragliano, con la técnica del trencadís o fragmentos irregulares), de la cerámica y de la escultura (Escaler, Arnau, Blay, Gargallo), para obtener una total integración de las artes.
Dos son los tramos que por conveniencia y orden pueden distinguirse en la evolución de la arquitectura, pero en absoluto estancos sino solapados: etapa protomodernista, en que se va superando el neogoticismo de ribetes eclécticos preconizado por Rogent en la nueva Escuela de Arquitectura, para llegar a un eclecticismo más innovador de raíz centroeuropea (caso de Josep Vilaseca i Casanovas con su no realizado Proyecto para Instituciones Provinciales de Instrucción Pública, 1874, en colaboración con Doménech i Montaner) o bien a uno más autóctono y de ruptura en el manejo del ladrillo y otros materiales (caso del mismo Domenech, con su Editorial Montaner y Simón, 1880-85; o de Gaudí con su Casa Vicens, 1883-85; es decir, sendas y personales reinterpretaciones del mudéjar); etapa modernista, desde la Exposición Internacional 1888 (Arco de Triunfo de Josep Vilaseca; Hotel Internacional y Café-restaurante, donde Domenech apuesta por las nuevas tecnologías en estructura metálica) y hasta la consolidación del clasicista Noucentisme como movimiento institucional alternativo de más atención social, sin olvidar la fecha de la muerte de Gaudí y la actividad de sus seguidores como testimonios del languidecer modernista.
Por las referencias dadas, hay un arquitecto que rivaliza en geno con Gaudí y este es Lluís Domenech i Montaner (1849-1923; t. 1873). Como demuestra en su texto de explícito título "En buca d'una arquitectura nacional" (1878, "La Renaixensa"), aunque asume los valores de los estilos pretéritos, rechaza una arquitectura no comprometida con su tiempo y su tierra, balbucea en las obras anteriormente citadas hacia la consecución de un estilo nuevo, llega a plantear un funcionalismo encubierto en su Hospital de la Santa Creu i de Sant Pau (1901-1930) y culmina su trayectoria en una de las obras más importantes de la Historia de la Arquitectura, el Palau de la Música Catalana (1904-1908, para el Orfeó Catalá). Domenech actúa en un solar difícil, pero organiza el espacio libremente apoyándose en una regular estructura metálica que le permite perforar un muro anticipador del moderno cortina, dotar de ingravidez la obra o inundar de luz y alegría el interior (con la intervención de los Arnau, Blay, Bru, Gargallo, Rigalt-Granell...). Es autor de una "Historia general del arte" (1886-97) que continúa Josep Puig i Cadafalch (1867-1956; t. 1891) -el arquitecto que alcanza un lenguaje más personal y preciosista en la reinterpretación del gótico (Casa Amatller)- y como éste es también un hombre comprometido con la cosa pública, trayectoria muy diferente a la seguida por Gaudí.